Aprender aymara/aimara, ¿a quién le resultará más fácil? ¿a un español o a un boliviano? Si suponemos que ambos son monolingües nativos en castellano, no haciendo más suposiciones, ciertamente esperaríamos que a los dos les resultara igualmente fácil (o igualmente difícil) el aprendizaje de una lengua que, en principio, no sólo no pertenece a la misma familia lingüística que su idioma materno, sino que ni siquiera pertenece al mismo stock. Es decir, que es una lengua totalmente extraña.
Pero si empezamos a añadir detalles realistas a la situación imaginaria planteada, nos veremos abocados a admitir que el boliviano parte con una ventaja no despreciable sobre el español. No, no se trata de que, en Bolivia, nuestro estudiante ficticio pueda encontrar más hablantes de aymara/aimara para practicar, o profesores nativos, o elementos ventajosos similares. En lo concerniente al acceso cualitativo y cuantitativo a recursos de aprendizaje, asumiremos que ambos estudiantes están en igualdad de condiciones y que los dos están igualmente comprometidos y motivados para aprender aymara/aimara.
Sin embargo, la disparidad en el punto de partida persiste. La raíz de esta ventaja, naturalmente, no es innata. No reside en una habilidad congénita del boliviano para aprender un idioma con cuyos hablantes naturales, de un modo u otro, comparte linaje genético. Su ventaja es de orden lingüístico: la clave se encuentra en las respectivas variantes de castellano que hablan nativamente nuestros dos estudiantes.
Resulta que el castellano que sin duda manejará nuestro pupilo boliviano, por razones históricas, lleva en contacto con lenguas del área andina -aymara/aimara y quechua, principalmente- algo así como 500 años. Además da la casualidad de que las lenguas mencionadas, por su parte, llevan ellas mismas en contacto prácticamente desde su origen como protolenguas, con lo que han llegado a compartir, según palabras de Cerrón, un «extraordinario isomorfismo estructural» presente en todos sus niveles. De hecho, se suele dar el nombre generalista de castellano andino (CA) a la variedad de castellano hablada principalmente en las zonas montañosas de Bolivia, Ecuador y Perú, incluyendo grandes ciudades como La Paz, Quito o Cusco. Este CA no es homogéneo. Por ejemplo, el que hablará nuestro alumno boliviano estará con seguridad muy permeado tanto por el léxico como por la gramática del idioma aymara/aimara; mucho más que las variedades peruanas o ecuatorianas.
La ventaja del amigo boliviano a nivel léxico no es tan grande como se supone y, desde luego, no es decisiva. Lo verdaderamente notable es que su castellano presenta incursiones quechuaymaras a niveles profundos, que significan frecuentemente la transferencia o mapeo sistemático de categorías nativas a su castellano. Estas categorías, en el castellano del alumno español, por usar un término ilustrativo, resultan «extraterrestres». Difícilmente podrá el español llegar a adquirirlas y usarlas al nivel que el castellanohablante boliviano lo hará, por la simple razón de que éste último en realidad no tiene que adquirirlas, sino que ya están presentes en su habla castellana local.
Quiero ilustrar esto de forma accesible a un no CA-hablante. Todos los «castellanos» comparten un adverbio muy corriente y usado: siempre. En castellano estándar siempre significa en todo momento, también en la variante altiplánica. Ahora bien, resulta que este adverbio, de significado aparentemente simple, recibe además otro sentido en el CA que tratamos: siempre se convierte en un marcador de énfasis.
[1] "voy a llegar siempre a tu casa"
Para un oyente español, o no CA-hablante, [1] se entiende inequívocamente como:
[1.a] "voy a llegar en todo momento a tu casa"[1.a] no se aparta del sentido que indica continuación en el tiempo. El hablante llegará una y otra vez a la casa del oyente y lo seguirá haciendo indefinidamente.
Lo que entenderá el CA-hablante, si el contexto hace descartar un sentido temporal como el que porta [1.a], es algo como lo que sigue:
[1.b.1] "por supuesto/naturalmente que voy a llegar a tu casa"
[1.b.2] "de todas maneras voy a llegar a tu casa"
[1.b.3] "de veras que voy a llegar a tu casa"
[1.b.4] "sí voy a llegar a tu casa"
[1.b.5] "de hecho/ciertamente voy a llegar a tu casa"
[1.b.6] "sin duda alguna voy a llegar a tu casa"
Constatamos que en nuestro CA, siempre no siempre significa siempre. El CA-hablante quiere transmitir una gran seguridad en lo que dice, lo que me lleva, en cierto modo, a considerar el siempre andino no sólo como un enfático, según categoriza Hardman, sino incluso como un marcador de modo que valida de manera inequívoca lo expresado por el hablante.
La conexión de esta característica del CA altiplánico con el aymara/aimara y, de hecho, con el quechua, es evidente. En efecto, en ambas lenguas existe el sufijo -puni (en aymara/aimara, alterna libremente con -pini) cuyo sentido y calco exacto, ya desde tiempos coloniales, ha fraguado en el siempre del CA. Esto está tan interiorizado que resulta transparente al CA-hablante, que ciertamente no percibe estar usando una variedad no estándar del castellano, ni la carga semántica añadida que porta su siempre. Tanto es así que algunas gramáticas de aymara/aimara escritas en Bolivia, como la de Gómez Bacarreza dan ejemplos como el siguiente:
[2] maranx nayanx jutapunïwa
Una glosa estándar de [2] sería:
[2.a] "sin duda vendré dentro de un año"
La glosa de Gómez asume ingenuamente la universalidad del CA:
[2.b] "vendré siempre al año"
Está lejos de mi intención hacer una corrección del CA de Gómez, o de cualquiera de sus hablantes andinos, bajo una impertinente óptica prescriptivista. Simplemente quiero hacer notar lo profundamente arraigado que está el CA, incluso entre los escritores andinos de gramáticas, al punto de que se da la paradoja de que obras como la mencionada, que se encuentran a la venta internacionalmente en librerías online, resultarían al menos parcialmente incomprensibles para lectores castellanohablantes que no fueran andinos, meta que sin duda no estuvo nunca en mente de sus autores. Volvemos otra vez a la desventaja del alumno español del principio de este artículo frente al castellanohablante boliviano.
Para terminar con el siempre, hay que reconocer que su significado estándar y el de origen andino no son separables fácilmente, ni siquiera contextualmente, de manera que tienden a producir una incertidumbre que en realidad no es otra cosa que un amalgamamiento donde ambos significados pueden concurrir perfectamente, y ésta es una situación corriente, como evidencia el siguiente ejemplo tomado del propio Gómez:
[3] aka phaxsinx jallupuniwa
[3.a] "siempre llueve en este mes"
El hablante de castellano estándar aceptará fácilmente la glosa [3.a]: todas las veces que se está en el mes X llueve. Sin embargo el CA-hablante, sin descartar el sentido estándar, a la vez está validando lo anterior diciendo «así es, llueve siempre en este mes». El contexto difícilmente ayudará. No hay problema en asumir que concurren los dos sentidos.
He aportado el siempre andino a modo de ejemplo debido a que, ciertamente, no se trata de una característica arcana inaprehensible por el castellanohablante no andino. Sin embargo, cuando nos trasladamos al mundo de los marcadores epistémicos en CA, calco de sus gemelos en quechua y aymara/aimara, la cosa -lo prometo- se pone mucho más interesante.





