los siniestros inquilinos de Limpulaqaya

En el pueblo de Vilquechico (Prov. de Huancané, Reg. de Puno, Perú) existe un lugar de nombre sonoro y hermoso: Limpulaqaya. El origen que la etimología popular en aymara atribuye a este topónimo resulta inesperado. Aquí se comenta a modo de curiosidad.

La voz aymara/aimara laqaya nombra a una construcción en ruinas, normalmente una casa abandonada. Con el intenso éxodo rural en las zonas aymara/aimaras del norte del lago Titicaca, es bastante frecuente ver proliferar las laqayas en los centros anteriormente populosos del campo puneño. Una laqaya tiene la belleza nostálgica de las cosas que conocieron tiempos mejores: las estancias destinadas una vez al hombre se hallan asaltadas por las pajabravas y las ortigas; el techo —tradicionalmente de paja, ahora de calamina— ha sucumbido, pues una laqaya con techo no es laqaya. Dada la tendencia rural a la despoblación, no es difícil imaginar qué nuevos topónimos pueden surgir en el futuro: Laqayarani (es: lugar de muchas ruinas), o bien Laqayani (es: lugar que tiene ruinas), o quizá Laqaypampa (es: llanura de ruinas), o Laqaypura (es: lugar de sólo ruinas), o puede que Laqayqullu (es: cerro con ruinas), o Laqaylaqaya (es: ruinas dispersas), o incluso Kimsalaqaya (es: tres ruinas). Con suerte, alguno de estos nombres podría ya existir. Sin duda las construcciones vetustas, monumentales o no, llevan ya tiempo motivando topónimos; acude ahora a mi memoria el nombre de una población andaluza que ilustra perfectamente lo dicho: Casas Viejas (pronúnciese al modo local, sin eses finales).

Volviendo a nuestro Limpulaqaya, está claro que se refiere a casas abandonadas. El topónimo no es de largo alcance, sino que se refiere a un lugar muy especifico, contenido en un radio de a lo sumo unas decenas de metros, y cercano al núcleo poblado. Una inspección del sitio permite comprobar, efectivamente, la existencia de viviendas destechadas y en ruina. Parece que el formante limpu-, que es la otra parte del topónimo, está diciendo algo sobre las laqayas del lugar, algo que las hace lo suficientemente especiales como para dar nombre al lugar mismo. Si no se sabe a qué hace referencia, este limpu parece muy misterioso y de hecho debe serlo porque no se trata de una voz aymara/aimara, o por lo menos no de una voz patrimonial aymara/aimara. En efecto, limpu es un préstamo del castellano deformado al pasar por el tamiz fonológico del aymarahablante nativo. De hecho, y similarmente, en aymara/aimara huancaneño contemporáneo, en vez de la voz nativa pacha (es: tiempo), suele usarse el castellanismo timpu, con resultado también muy aproximado a limpu. De la misma forma, limpu traslada al aymara/aimara el nombre castellano limbo. Según la doctrina católica tradicional, el limbo sería aquel lugar al que van los niños que murieron sin recibir el bautismo cristiano. El niño no bautizado tendría una condición mezcla de la inocencia propia de la edad y de la culpa ancestral humana expresada en el pecado original, quedando atrapado en una paradoja teológica: no podría acceder al premio como portador del pecado original, pero tampoco habría hecho méritos para ganar el infierno o el purgatorio. Ese Guantánamo para seres no culpables ni inocentes vendría a ser el limbo.

Desconozco si la Iglesia sigue manteniendo la doctrina tradicional sobre el limbo. Para lo que nos ocupa, lo importante es qué ocurría en Limpulaqaya y cómo eso justifica el nombre del lugar. En pocas palabras: la gente vieja de Vilquechico puede certificar que Limpulaqaya —laqaya del limbo— eran unas casas abandonadas y un lugar de enterramiento fuera del cementerio católico, reservado a los cristianos sacramentados por el bautismo, es decir, era un cementerio de bebés, un panteón sin lápidas. El carácter especializado y culto de la palabra limbo, ajeno al vocabulario agrícola del aymara/aimara rural, hace sospechar que quizá el sitio no fue enteramente clandestino y que tal vez los sacerdotes lo tolerarían y hasta oficiarían ceremonias en el lugar. La mortalidad neonatal era muy alta en épocas pasadas. Ahora las costumbres han cambiado y en el cementerio, una vez muerto, entra todo el mundo. El topónimo permanece, aunque la práctica que lo originó, y la consiguiente etimología popular, ya pocos las recuerden.

Actualización 2009-06-25: El día 23, en la UPEA, Germán Choquehuanca, en su disertación, confirmaba de manera fortuita nuestra interpretación de laqaya como ruina al referirse a Tiwanaku precisamente con este término.

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One Response to los siniestros inquilinos de Limpulaqaya

  1. Paquita dijo:

    Aclaración. Limbo no existe desde hace 2 años para los católicos. El Papa actual, lo eliminó. "Guantánamo para seres no culpables". Esto, paténtalo (no es broma) porque algún "intelectual" seguro que te lo copia

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