Aymara y quechua… ¿son normales?

No crean que se me ha ocurrido a mí solito un título como el que lleva este artículo. Para escribirlo me tuve que acordar de las decenas de veces que oí repetir a todo tipo de profesores la siguiente frase: «¿normalizar? ¿por qué? ¿acaso el aymara/quechua es un idioma anormal?». Aunque ya sé la respuesta, la verdad es que sí es una buena pregunta: ¿son o no son «normales» nuestras lenguas?

Lo primero que cualquiera respondería sería algo políticamente correcto (—¿El aymara es normal? —Sí, claro. Tiene reglas gramaticales igual de estrictas que otras lenguas. Tiene nombres, verbos, partículas, sufijos, etc. Tiene sintaxis, tiene morfología y tiene todo. No hay nada anormal en ese aspecto.) Y sí, cualquier lingüista nos dirá que esta lengua no tiene nada de raro; nada le falta ni le sobra. Es el tipo de respuesta que sacaríamos de un libro de gramática. Pero ¿es la única respuesta que podemos dar?

El mundo «normal»

A mí se me ocurre otra respuesta pero para llegar a ella primero quiero ver qué cosa es lo «normal» para una lengua en otros países. Lenguas como en francés en Francia o el alemán en Alemania o el danés en Dinamarca, etc. es lo que yo entiendo por lenguas que disfrutan de una situación «normal». ¿Tener periódicos en francés en Francia? Normal. ¿Que los policías le hablen a la gente en alemán en Alemania? Sí, es normal también. ¿Que en Dinamarca la televisión, la radio y otros medios públicos sean mayoritariamente en idioma danés? Recontra normal. O sea, lo normal es que la lengua «normal» se use en los ámbitos donde nos movemos normalmente: bibliotecas, hospitales, el parlamento, la calle, los vecinos, los amigos, la escuela, las fuerzas armadas, el sistema de justicia… en general, en los servicios públicos.

No es lo normal, por ejemplo, que en un ministerio francés cualquiera tengan solo a dos personas hablantes de francés (quizá disfrazados de campesinos franceses) y el resto del ministerio sea gente que solo habla ruso. Eso no es normal porque es un ministerio francés donde lo normal es hablar francés. También sería muy anormal que en Dinamarca un ciudadano cualquiera no pudiera alquilar su casa si el contrato está escrito en danés y no —por ejemplo— en italiano. Lo normal es que en Dinamarca los contratos se puedan escribir en danés sin ningún problema, que los abogados puedan ejercer su profesión en danés y que, en general, todos los daneses puedan vivir su vida haciendo todo en danés. Eso es lo normal.

La anormalidad normalizada

Viendo cómo es la normalidad en estas lenguas ¿alguien puede decir que el quechua y el aymara viven una situación igual o parecida? ¿Podremos decir que son normales?

Todos sabemos que El Alto es una metrópoli aymara. Ni siquiera nos hace falta mirar este mapa de wikipedia para entender algo tan evidente.

Area de dominio lingüístico aymara

Si un aymara en El Alto no puede alquilar su casa usando un contrato escrito en aymara —si eso no es lo normal— entonces el aymara no es normal para Bolivia. Si un quechua en Cusco o en Cochabamba tiene que depender de un intérprete para hacer sus gestiones en quechua, entonces el quechua no podemos considerarlo una lengua normal en el Perú ni en Bolivia. Si tu ley, tu televisión, tu radio, tus policías, tus profesores, tus políticos, tus curas o pastores… usan siempre el castellano y no lengua que tú hablas, entonces está claro que la sociedad y el Estado no consideran que tu lengua es normal. La Constitución puede decir lo que quiera pero es en la práctica donde se demuestra si una sociedad ha normalizado el quechua y el aymara.

Activismo

Ahora podemos responder la pregunta que hicimos al principio: claro que el aymara no es normal, claro que el quechua no es normal. ¿Y cuál es la solución? La solución es «normalizar» la lengua: luchar para que se vuelva normal.

Por eso es necesario el activismo y los activistas. Por ahí tiene que empezar la normalización de la lengua en la sociedad. Hay muchos que miran al Estado pero ¿ustedes ven que el Estado haya solucionado algo en los últimos 200 años? El Estado es parte del problema y su proyecto es castellanizar, así que no puede ser también la solución.

La solución está clara: organizarse y hacer activismo, sacar la lengua a la calle y ser cada uno de nosotros embajadores del quechua o del aymara o del guaraní, etc. Visibilizar la lengua a la mañana, al mediodía y a la noche. ¿Cómo? Hablando en movima, en trinitario, en quechua, en aymara, etc. Explicando por qué estamos a favor de esa opción. Contraargumentando cuando el entorno defiende un presente castellanizador. ¿Sin el Estado? Si queremos comer pescado tendremos que saltar al agua y pescar nosotros mismos. ¿Nos interesa el futuro de la lengua? Vamos al agua entonces.

Nos vemos en el activismo.

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